lunes, 28 de junio de 2010

“LA ETERNA POESÍA DE DELFINA GOLDARACENA” POR RAÚL HERAUD.



“LA ETERNA POESÍA DE DELFINA GOLDARACENA”

“la verdad parece un sueño
y el sueño parece verdad”

“de todos modos moriré algún día
y se irán las sombras”

(Delfina Goldaracena)

Por: Raúl Heraud

Tiempo Efímero (2007) de la joven poeta argentina Delfina Goldaracena (quien falleció en un trágico accidente a la edad de 16 años) entendió -en su corta vida- que la poesía es un bello don que los dioses nos obsequian, que la vida puede ser eterna desde la fugacidad de algún verso. Versos suyos que comenzaron a ser pergeñados apenas a los 7 años con madurez y profundidad tan asombrosa que, por momentos, nos hacen recordar a Matsuo Basho en su síntesis, en su natural manera de asombrarse ante la naturaleza y amar la magnificencia de la creación.

las flores que gritan el silencio
como los arboles que tiran
los gritos al silencio

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Los sapos que viven en mi pileta
Que viven en el pasto de mi casa
Cuánto amor tienen al vivir
En mi casa los sapos

Para escribir poesía a los siete años es necesario poseer un espíritu ancestral, porque sólo los elegidos pueden interpretar el mundo y maravillarse ante su creación. Los poemas de Delfina son pequeñas obras de arte que descubre a su paso por la vida. En el poema “los patos”, escrito también a los 7 años, Delfina retrata absorta -como delineando sus primeros trazos- toda la plasticidad de aquellas aves que acercan su tránsito hasta sus juveniles ojos, simbolizando tal vez el deseo por ir más allá de lo imaginable, interpretando el ejercicio del vuelo de una bandada de patos como un acto sagrado, reservado, según ella, solo para crías de ángeles, que sepan descifrar el lenguaje del viento. El asombro y la fantasía interactúan como elementos fundamentales para el desarrollo psíquico y emocional en los niños, en el paso de lo concreto a lo abstracto radica el origen de una nueva interpretación del mundo:

Y allí estaban
Los patos goceando de la vida
Volando al compas del viento

(…)

Viven sobre el aire
Duermen sobre el aire (…)
Qué lindo sería ser un pato
Y saber todos los secretos.

(Los patos)


Pero la poesía de Delfina no sólo se estaciona en la paradoja o en el deleite de la naturaleza, también nos habla sobre el ser humano, la patria y la familia con gran acierto. Es asombroso ver como Delfina resuelve los enigmas de su mundo infantil, llevándolos al verso con gran justeza y madurez. La claridad de sus juicios y las representaciones de episodios cotidianos que normalmente pasan desapercibidos para cualquier niña de su edad tienen importancia en la vida de Delfina que manifiesta ya a los 9 años su alto compromiso con la vida. A esta edad el mundo tiende a girar sobre el infante, sintiéndose éstos el centro del universo, sin embargo, Delfina posee la sabiduría de alguien que ha vivido muchas vidas y sabe que en el amor reposa todo su misterio.

Dulce es el que maneja el viento
el que fusila el carbón
el que mata la naranja de la fuerte juventud
de la gloria del sueño
pero es más dulce el caramelo de la vida

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Los sauces lloran al
compás de la lluvia
cuando el eucaliptos
les cuenta historias de amor

(Los poemas de Delfi)

Así también como a Delfina le maravilla la vida, la muerte adquiere una presencia absoluta en su poesía, enigmática sombra que envuelve su cotidianidad como parte de estos tiempos violentos donde la cultura del terror ha levantado su morada. La conciencia de la propia muerte es un ejercicio que atañe más a gente adulta, sin embargo, existe también en ella un discurso personal, muchas veces agónico, que toca amigos, familia, recuerdos, que polariza episodios trágicos:

La luna ardiente es el corazón de un ave muerta
Sin poder sobrevivir
Las consecuencias de la vida.


En su poema “la muerte” donde se enfrentan fuerzas opuestas que se disputan la vida de la poeta, Delfina nos habla de su propio estado de ánimo, el ciclo natural que describe es el suyo:

Despertar, aliviar, morir, nacer, perder, ganar…

La duda aquí es existencial. Delfina asume que la muerte es apenas un estado transitorio, un traje del que puede despojarse en cualquier momento y rehacerse una vez más en la vida, dándonos la sensación al final del poema de haberse liberado completamente de la oscuridad.

(…) yo no sé cuál de ellas
yo no sé cuál(…)
… pero hay algo que sé
cuántos días pasaron


Así mismo, en el poema “Un mundo soñado” observamos el sincretismo entre la desilusión y lo efímero con la finitud de la vida trasladada a un fruto (corazón) posado ante sus pies que no es más que la resignación ante un sueño no realizado, ante la decepción de algo que no puede ser y que, debido a ello, su mundo se torna oscuro, sin esperanzas.

Mi uva es el mundo
Ya no es vida
Es muerte.


Es imposible que exista una luz negra, sin embargo, podemos entender que la poeta nos quiere decir que su luz no ilumina. En el verso siguiente dice: ya no existía, por ende, entendemos que nos habla de una vida muerta o apagada antes del real morir (esto fue escrito a la edad de 10 años).

Cuando quise prender mi luz negra
Ya no existía
Ya no era la de antes y ahora
Es el árbol quien la tiene
Ya no soy yo
(…)

Yo no soy y cuando quise prender mi luz negra
Ya no existía

En este estremecedor poema escrito a los 13 años, la vida es apenas ilusión, un cumulo de circunstancias irreales creadas con la finalidad de tener alguna esperanza, pero en este poema el destino, las lágrimas, el olvido carecen de verdad y de vida.

Si es que la muerte es tan próxima
¿qué son las manchas del olvido?
Aquello es secreto
Nadie regresa
De cada viaje
Busco sus ojos
Camino en su mirada

Veo que deja caer esa lágrima
Llave del destino

La lágrima de los que quieren creer
Que creen
Estar vivos


Poesía intuitiva, humana y existencial, llena de una sensibilidad tan asombrosa es la que nos regaló Delfina. Su voz es, sin duda, de aquella estirpe de poetas que sólo le bastan unos cuantos versos para inmortalizarse. Esta joven poeta pasó raudamente por la vida, pero dejó su esencia para que la recordemos siempre, porque sólo la poesía posee la magia de hacer eterno al ser humano.

Tu palabra es de pájaro
Pero tu mundo es silencio
Y tu aire es nube
Nos besamos
en el hueco de la sombra
Ya el símbolo no es la sombra
es la memoria de un campo lejano


Raúl Heraud
Lima, junio de 2010